(Imaxe baixada de internet) |
Como siempre, después del baño me tumbé al sol, intentando, inútilmente, relajarme. Aquella tarde fatídica mi verdugo era un chaval maleducado que disparaba una odiosa pelota. En varias ocasiones, se estrelló contra mi costado izquierdo. Harta de escupir arenas y tragar bilirrubina, urdí un plan. Aprovechando el gran tamaño de la toalla, ocupé solo la mitad y replegué el trozo sobrante junto al brazo derecho. Con sigilo de ladrón, mi mano diestra excavó un agujero lo suficientemente amplio. La primera vez que la bola volvió a mí, rápidamente la dirigí al hoyo, extendí la toalla para ocultarla y me giré sobre ella, desapareciendo bajo mi vientre como si se la tragara la tierra. El revuelo que montaron madre e hijo buscando el balón se prolongó varias horas. Por razones obvias, yo no podía levantarme. Aquella noche, tuve que acudir a urgencias con síntomas de insolación. ¡Nunca más!
8 comentarios:
Pues creo que valió la pena la jugada. A la próxima, te provees de un buen tarro de protector solar y vas preparada.
Xa..., supoñendo que fose á praia... ja ja ja. Todo conto.
Jajajaja... mira que pillabana!!!
E que lista tamén!
Cantas veces, meu deus...
A pelotiña de marras levantando areas e unha mala leche, que vas dando a volta ata atoparte co enano...que resulta que xa non é tan enano e por riba está moi "bo" Que fas!??
Ja ja ja. Pois xogar con el...
Xa, pero como non che dou tempo a reaccionar...Só che queda cara de gilipollas. Iso era cando ía á praia jajaja.
Ah, xa me parecía... Iso era antes..., agora xa reaccionarías doutra maneira, seguro. Se cadra, mandándoo a onde mandou a vella ós netos. :-)
A praia ten esas escravitudes e outras que non contas pero sabe tan ben...
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