A pandemia do 2.020 impediu celebrar o Nadal como Deus manda, pero as vacinas prometidas serviron de consolo á xente, que pospuxo ilusións e festas para finais do ano seguinte. Segundo o previsto, chegaron os inxectables en tropel; na primavera, unha porcentaxe elevada da poboación xa estaba inmunizada contra o virus desgraciado. Pouco a pouco, foise cambiando a máscara polas fazulas ó aire e os sorrisos forzados.
Os sufridos cidadáns deberían agardar aínda varios meses polo turrón. As consecuencias non tardaron en xurdir: un desacougo colectivo, contaxioso e incontrolable disparou as provisións das viandas exquisitas que o ano anterior non se puideran gozar. Enseguida sobrou fariña, mentres o champaña e o marisco se converteron en material escaso, ocasionando tumultos e pelexas nos establecementos. A revenda de espumosos, crustáceos mariños e doces típicos invadiron as rúas. Imaxes truculentas de feridos e dos primeiros mortos inundaron axiña a televisión.
Temendo que o sangue tinguise de vermello a neve artificial dos beléns, o Goberno viuse obrigado a reunir con urxencia un comité de expertos. Unha vez valorado o informe pertinente, decretou a suspensión dos festexos invernais no 2.021 e sucesivos, ata que os laboratorios farmacéuticos conseguisen un remedio eficaz contra os efectos indesexables das vacinas antivirais, que quedaban totalmente prohibidas por tempo indefinido. Así mesmo, ameazou coa posibilidade de encargar un virus novo se fose necesario.
(Imaxe procedente de internet)
La pandemia del 2.020 impidió celebrar la Navidad como Dios manda, pero las vacunas prometidas sirvieron de consuelo a la gente, que pospuso ilusiones y fiestas para finales del año siguiente. Según lo previsto, llegaron los inyectables en tropel; en primavera, un porcentaje elevado de la población ya estaba inmunizada contra el virus desgraciado. Poco a poco, se fue cambiando la máscara por los mofletes al aire y las sonrisas forzadas.
Los sufridos ciudadanos deberían esperar aún varios meses por el turrón. Las consecuencias no tardaron en surgir: un malestar colectivo, contagioso e incontrolable disparó las provisiones de las viandas exquisitas que el año anterior no se habían podido disfrutar. Enseguida sobró harina, mientras el champán y el marisco se convirtieron en material escaso, ocasionando tumultos y peleas en los establecimientos. La reventa de espumosos, crustáceos marinos y dulces típicos invadieron las calles. Imágenes truculentas de heridos y de los primeros muertos inundaron enseguida la televisión.
Temiendo que la sangre tiñiera de rojo la nieve artificial de los belenes, el Gobierno se vio obligado a reunir con urgencia un comité de expertos. Una vez valorado el informe pertinente, decretó la suspensión de los festejos invernales en el 2.021 y sucesivos, hasta que los laboratorios farmacéuticos consiguieran un remedio eficaz contra los efectos indeseables de las vacunas antivirales, que quedaban totalmente prohibidas por tiempo indefinido. Asimismo, amenazó con la posibilidad de encargar un virus nuevo si fuera necesario.
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