21 jul 2024

O CASTIGO / EL CASTIGO


Confeseille a meu pai o que fixera porque mamá me obrigou. Despois acachoupeime e protexín a cabeza coas mans, esperando unha resposta violenta. Milagrosamente, pasaba o tempo e non ocorría nada. Cando, por fin, me atrevín a abrir os ollos, non vin a papá, estaba eu só no faiado. Agacharíase para darme un susto...? Busqueino detrás de cada traste, con moito medo e cautela. Anoitecía. Notei que se me escapaba o mexo outra vez. Corrín cara á porta. Xusto cando agarrei o manubrio, alguén pechou  por fóra.



Imaxe procedente de internet

Le confesé a mi padre lo que había hecho porque mamá me obligó. Luego me agazapé y protegí la cabeza con las manos, esperando una respuesta violenta. Milagrosamente, pasaba el tiempo y no ocurría nada. Cuando, por fin, me atreví a abrir los ojos, no vi a papá, estaba yo solo en el desván. ¿Se habría escondido para darme un susto...? Lo busqué detrás de cada trasto, con mucho miedo y cautela. Anochecía. Noté que se me escapaba el pis otra vez. Corrí hacia la puerta. Justo cuando agarré la manilla, alguien cerró con llave por fuera.


                        Publicado no libro: Aí están... las puertas de Boal   /    Ei tán... as portas de Boal                               Autoras: Begoña Martín Acero e Edita Nogueira Tallón


15 jul 2024

MAR DE AMORES


Asómase soa polo zapón para ver amencer. Despois, escoita enfeitizada ó seu esposo asubiando, de puro gusto, o bolero dos dous, mentres arrastra as redes ateigadas de peixes agonizantes; e comerán xuntos o guiso que ela mesma preparará a bordo coma sempre, antes de regresar ó porto onde os agarda, impaciente, o seu neno. Ese que xa non o é desde hai tempo, o que viu morrer de pena a un pai rudo, incapaz de soportar a cegueira repentina da súa muller. O mesmo fillo que agora saca a pasear a nai no vello barco de pesca para que a emoción dos recordos lle ilumíne o rostro apagado.



Imaxe procedente de internet
                                         

Se asoma sola por la escotilla para ver amanecer. Luego, escucha embelesada a su esposo silbando, de puro gusto, el bolero de los dos, mientras arrastra las redes colmadas de peces agonizantes; y comerán juntos el guiso que ella misma preparará a bordo como siempre, antes de regresar a puerto donde los espera, impaciente, su niño. Ese que ya no lo es desde hace tiempo, el que vio morir de pena a un padre rudo, incapaz de soportar la ceguera repentina de su mujer. El mismo hijo que ahora saca a pasear a la madre en el viejo barco de pesca para que la emoción de los recuerdos le ilumine el rostro apagado.